LUZ DESDE EL SANTUARIO

 

LUZ DESDE EL SANTUARIO

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Éxodo 25:8, 9, 40; Hebreos 8:1–6; Levítico 16:21, 29–34; 23:26–32; Hebreos 9:23–28; Daniel 7:9, 10; Mateo 25:1–13; Apocalipsis 11:19.

PARA MEMORIZAR:

 “Lo principal de lo que venimos diciendo es que tenemos un Sumo Sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en el cielo; y es ministro del santuario, de aquel verdadero santuario que levantó el Señor y no el hombre” (Heb. 8:1, 2).

Poco después del chasco del 22 de octubre de 1844, algunos milleritas, después de orar y estudiar, comprendieron su error. La profecía de los 2.300 días no se refería a la segunda venida de Jesús, sino a la obra de Cristo en el Santuario celestial, tan poderosamente descrita en el libro de Hebreos.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

El señor Miller y los que se habían unido a él suponían que la purificación del santuario de la que se habla en Daniel 8:14 significaba la purificación de la tierra mediante el fuego, antes de poder convertirse en la morada de los santos. Eso debía ocurrir en la venida de Cristo, y por eso buscamos el cumplimiento de ese acontecimiento al final de los 2300 días o años.

En lugar de referirse la profecía de Daniel 8:14 a la purificación de la tierra, ahora vimos claramente que señalaba la obra final de nuestro Sumo Sacerdote en el cielo, la conclusión de la expiación y la preparación del pueblo para soportar el día de su venida (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 60).

El Santuario en el cielo es el centro mismo de la obra de Cristo en favor de los hombres. Concierne a toda alma que vive en la tierra. Nos revela el plan de la redención, nos conduce hasta el fin mismo del tiempo y anuncia el triunfo final de la lucha entre la justicia y el pecado. (Exaltad a Jesús, 11 de noviembre, p. 323).

EL SANTUARIO CELESTIAL

Lee Éxodo 25:8, 9 y 40; y Hebreos 8:1 al 6. ¿Qué dos santuarios se describen en estos versículos?

Cuando los primeros creyentes adventistas escudriñaron las Escrituras en los meses posteriores a 1844, comprendieron que hay dos santuarios que se mencionan en la Biblia: el que construyó Moisés y el original en el Cielo. El “verdadero santuario” celestial es el santuario del Nuevo Pacto. Y, como la profecía de Daniel 8:14 se cumple en esta era, el santuario al que se refiere debe ser el santuario del Nuevo Pacto.

“Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía muchos siglos que no había Santuario en la Tierra. De manera que la profecía: ‘Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario’, se refiere indudablemente al santuario que está en el Cielo” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 469).

Hebreos 7:25 explica: “Por eso Jesús puede salvar perpetuamente a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder por ellos”. Él quita la culpa del pecado y nos salva del poder del pecado (Rom. 8:1-4; 2 Cor. 5:21).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

La purificación en ambos servicios, el simbólico y el real, debe efectuarse con sangre; en aquél con sangre de animales; en este, con la sangre de Cristo.

Esa purificación no se refería a impurezas materiales, puesto que se lo debía hacer con sangre, y por consiguiente debía de ser una purificación del pecado (The Faith I Live By, p. 206; parcialmente en La fe por la cual vivo, 19 de julio, p. 208).

Los hombres deben ser colaboradores con Dios en la salvación de sus propias almas, y luego deben hacer fervientes, perseverantes e incansables esfuerzos para salvar a los que están a punto de perecer (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1078).

Cristo no vino a abrogar la ley o los profetas, sino a cumplirlos hasta en la última letra. La expiación del Calvario vindicó la ley de Dios como santa, justa y verdadera, no solamente ante el mundo caído sino también ante el cielo y ante los mundos no caídos. Cristo vino a magnificar la ley y engrandecerla (Fe y obras, p. 122).

EN EL LUGAR SANTÍSIMO

Lee Levítico 16:21, y 29 al 34; 23:26 al 32; y Hebreos 9:23 al 28. ¿Por qué era tan importante el Día de la Expiación, o del Perdón, en el antiguo Israel?

Los sacerdotes ejercían su ministerio todos los días del año, pero el Día de la Expiación, llamado en hebreo Yom Kipur, los ojos de todo Israel se volvían hacia el Santuario. Levítico 16 y 23 da instrucciones explícitas para el Día de la Expiación.

En el Día de la Expiación, el sumo sacerdote llevaba la sangre del macho cabrío del Señor al Santuario y, después de rociarla sobre el Propiciatorio, aplicaba la sangre a los cuernos del Altar de Oro y del Altar de Bronce, y así purificaba completamente todo el Santuario. Habiendo “acabado de expiar”, el sumo sacerdote ponía las manos sobre el macho cabrío vivo y confesaba los pecados de Israel. Entonces lo llevaban al desierto con el fin de apartarlo del campamento para siempre (Lev. 16:20-22).

Este macho cabrío era conducido lejos en el desierto para que, al final del Día de la Expiación, Dios tuviera un Santuario limpio y un pueblo limpio. En el Santuario celestial, Cristo ministra por nosotros, primero en el Lugar Santo, y ahora, en el Lugar Santísimo desde 1844, al final de los 2.300 días.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

El Día de la Expiación, el sumo sacerdote, llevando una ofrenda por la congregación, entraba en el Lugar Santísimo con la sangre, y la rociaba sobre el propiciatorio, encima de las tablas de la ley. Y cuando el macho cabrío que llevaba estos pecados era conducido al desierto, se consideraba que con él se alejaban para siempre del pueblo. Tal era el servicio verificado como «bosquejo y sombra de las cosas celestiales». Hebreos 8:5.

Estamos en el gran día de la expiación, y la sagrada obra de Cristo que se está llevando a cabo en este momento en favor del pueblo de Dios en el Santuario celestial, debiera ser nuestro estudio constante. la consagración y la obra ferviente por Dios. [Nuestra] obra es proclamar el mensaje del tercer ángel, hacer sonar la última nota de advertencia ante el mundo. Que el Señor [nos] bendiga con percepción espiritual (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 490, 491).

El es el único portador del pecado, la única ofrenda por el pecado. La oración y la confesión deben dirigirse solo a él, quien entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo. Salvará hasta lo sumo a todos los que acuden a él con fe. Él vive constantemente para interceder por nosotros (Exaltad a Jesús, 10 de noviembre, p. 313).

EL JUICIO HA LLEGADO

Compara Daniel 7:9 y 10 con Apocalipsis 14:6 y 7. ¿Qué similitud tienen estos dos pasajes?

El juicio es un tema prominente en toda la Biblia. “ ‘Porque Dios traerá toda obra a juicio, con toda cosa oculta, buena o mala’ ” (Ecl. 12:14). Jesús señaló a sus oyentes un futuro tiempo de juicio, cuando “los hombres darán cuenta de toda palabra ociosa que hayan hablado” (Mat. 12:36). El apóstol Pablo añade que Dios “iluminará lo oculto de las tinieblas y manifestará los motivos de los corazones” (1 Cor. 4:5). El mensajero angélico dijo a Juan: “Ha llegado la hora de su juicio [de Dios]” (Apoc. 14:7).

Lee Apocalipsis 22:10 al 12. Cuando Jesús regrese, ¿cuál será el destino de toda la humanidad? ¿Qué anuncio claro recibe Juan?

Cuando Cristo regrese, no habrá una segunda oportunidad. Cada ser humano habrá tenido suficiente información para tomar su decisión final e irrevocable a favor o en contra de Cristo.

Lee Mateo 25:1 al 13. ¿Por qué la relación de Jesús con estos dos grupos distintos de creyentes es tan distinta?

“Cuando haya terminado esa obra de investigación, cuando se haya examinado y fallado los casos de quienes en todos los siglos han profesado ser seguidores de Cristo, entonces, y no antes, habrá terminado el tiempo de gracia y se cerrará la puerta de la misericordia. (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 481).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Un rayo de luz llegará a todas las almas perdidas. Entenderán plenamente el misterio de la piedad que despreciaron y aborrecieron durante su vida. Y los ángeles caídos, dotados de una inteligencia superior a la del hombre, se darán cuenta de lo que hicieron al emplear sus poderes para inducir a los seres humanos a escoger el engaño y la falsedad. Todos los que se unieron al impostor, los que se instruyeron en sus caminos y practicaron sus engaños, deben perecer con él… El Señor Jesús los mira compasivamente y dice: «Apartaos» (Alza tus ojos, 8 de julio, p. 201).

Nadie necesita ser engañado. La ley de Dios es tan sagrada como su trono, y mediante ella será juzgado todo hombre que nace en el mundo. No existe otra norma para probar el carácter. «Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido». Ahora bien, ¿se decidirá el caso de acuerdo con la Palabra de Dios, o se dará crédito a las pretensiones humanas? Cristo dice: «Por sus frutos los conoceréis» (Mensajes selectos, t. 2, p. 58).

Si el registro muestra que tal ha sido su vida, que sus caracteres están señalados por la ternura, la abnegación y la benevolencia, recibirán la bendita seguridad y bendición de Cristo: «Bien hecho», y «Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo». Mateo 25:34 (Consejos sobre mayordomía cristiana, pp. 133, 135).

LA BUENA NOTICIA DEL LUGAR SANTÍSIMO

Lee Hebreos 4:14 al 16 y 10:19 al 22. ¿Qué seguridad e invitación divinas nos ofrecen estos versículos a cada uno de nosotros?

La observación de Pablo aquí, en Hebreos, es “mantente firme”, “acércate con confianza”, “nunca te rindas”, centra tu fe en Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote. En Jesús, tenemos todo lo que necesitamos. Por la fe podemos entrar en el Santuario celestial por el “camino nuevo y vivo” que Jesús nos abrió.

La sangre de Jesús prepara el camino a cada paso. Esto nos da esperanza, porque solo podemos reunirnos con Dios cuando Jesús nos perdona y borra nuestros pecados. La misericordia de Dios es infinita, pero también lo es su justicia. Y la justicia no puede aceptar el sacrificio de Cristo como expiación por nuestras transgresiones a menos que Jesús garantice primeramente que perdona nuestros pecados y, en segundo lugar, que los borra.

Lee Apocalipsis 11:19. En el contexto del Gran Conflicto, ¿por qué esta visión es significativa? ¿Cómo muestra el vínculo inseparable entre la Ley y el evangelio?

Ningún poder terrenal puede cambiar la Ley de Dios porque, entre otras razones, está depositada en el Arca del Pacto celestial. Hebreos 8:10 dice: “ ‘Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de esos días –dice el Señor–: Pondré mis leyes en la mente de ellos, las escribiré en sus corazones; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo’ ”. Al entrar por la fe en el Santuario celestial, encontramos el perdón de nuestros pecados pasados y el poder para vivir una vida obediente por medio de Cristo, que murió por nosotros y escribe la Ley en nuestro corazón. Jesús nos salva “perpetuamente” (Heb. 7:25). Jesús nos salva total y completamente del castigo del pecado y de su poder.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Si las palabras de Cristo permanecen en nosotros, somos los elegidos de Dios, y daremos fruto en la fe constante, acariciando la fe que obra por el amor y purifica el alma de toda contaminación moral. «Mucho fruto» es la evidencia de que las palabras de Cristo permanecen y obran en el interior (The Signs of the Times, 20 de febrero, 1896, párrafo 3).

Cuando confiemos plenamente en Cristo, nos daremos a nosotros mismos en ofrenda a Dios. Nuestra dependencia estará centrada en la virtud y en la intercesión de Cristo como nuestra única esperanza. Este privilegio está garantizado si nos acercamos confiadamente el trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Letter 153, 1897; parcialmente en Recibiréis poder, p. 144).

¡Qué bondadosa condescendencia! ¡Qué privilegio se nos concede! Cristo es el eslabón que une a Dios con el hombre… Al acercarnos a Dios mediante la virtud de los méritos de Cristo nos ataviamos con sus vestiduras sacerdotales. Nos pone muy cerca de sí, abrazándonos con su brazo humano, mientras que con el brazo divino se aferra del trono del Infinito. También se ha convertido en el cauce de bendición entre Dios y el hombre. Ha unido la divinidad con la humanidad (In Heavenly Places, p. 77; parcialmente en En los lugares celestiales, 11 de marzo, p. 79).

JESÚS, NUESTRO ABOGADO EN EL JUICIO

Lee Hebreos 10:9 al 14. ¿Qué diferencia revela este pasaje entre el ministerio del sacerdote en el Santuario terrenal y el ministerio de Jesús en el Santuario celestial?

De una vez para siempre, Cristo murió en la Cruz como sacrificio perfecto por el pecado. Su ministerio sacerdotal en el Santuario celestial nos santifica. Ahora, habiendo entrado en el Lugar Santísimo, permanece como nuestro Abogado en el Juicio (ver 1 Juan 2:1). Mediante su sacrificio y su mediación, el pecado ha sido eliminado. Ahora vuelve por los que “aman su venida” (2 Tim. 4:8).

Lee Hebreos 6:19 y 20. ¿Por qué nos invita a seguirlo y qué descubrimos al hacerlo?

“La intercesión de Cristo en beneficio del hombre en el Santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la Cruz. Por medio de su muerte dio inicio a esa obra para cuya conclusión ascendió al Cielo después de su resurrección. Jesús abrió el camino al Trono del Padre, y a través de su mediación pueden ser presentados ante Dios los deseos sinceros de todos los que se allegan a él con fe” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 543).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Jesús… caminó una vez como hombre sobre la tierra, su divinidad vestida de humanidad, como un hombre sufriente, tentado, acosado por los engaños de Satanás. . . Ahora El está a la diestra de Dios; está en el cielo como nuestro abogado, intercediendo por nosotros. Cuando sea tentado, tan solo diga: El cuida de mí; él intercede por mí; él me ama; él murió por mí. Me entregaré sin reservas a él.

Agraviamos el corazón de Cristo cuando nos lamentarnos de nosotros mismos como si fuéramos nuestros propios salvadores. Hay ricas bendiciones para nosotros; tomémoslas por medio de la fe. Le ruego que tome ánimo en el Señor. La fortaleza divina es nuestra; hablemos de valor, fortaleza y fe (Reflejemos a Jesús, 5 de abril, p. 101).

El templo de Dios está abierto en el cielo, y su umbral está inundado por la gloria destinada para cada iglesia que ama a Dios y guarda sus mandamientos. La fe irrumpirá en la sombra infernal de Satanás, y veremos a nuestro Abogado que ofrece el incienso de sus propios méritos en nuestro favor (A fin de conocerle, 24 de septiembre, p. 272).

 

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