ME LEVANTARÉ

 

ESCUELA SABÁTICA

ME LEVANTARÉ

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmos 18:3-18; 41:1-3; Deuteronomio 15:7-11; Salmos 82; 96:6-10; 99:1-4; Romanos 8:34.

PARA MEMORIZAR:

 “Por la opresión del débil y por el gemido de los menesterosos, ‘ahora me levantaré –dice el Señor– y salvaré al que suspira’ ” (Sal. 12:5).

Sí, el Señor es piadoso y retiene su ira en su gran paciencia, porque no quiere que ninguno se pierda, sino que todos se arrepientan y cambien de conducta (2 Ped. 3:9-15). Y, aunque el momento oportuno para la intervención de Dios no siempre coincide con las expectativas humanas, el día del Juicio de Dios se acerca (Sal. 96:13; 98:9). Solo tenemos que confiar en él y en sus promesas hasta que llegue ese día.

Solo el Creador, cuyo Trono se fundamenta en la rectitud y la justicia (Sal. 89:14; 97:2), puede brindar estabilidad y prosperidad al mundo con su Juicio soberano. La dimensión doble del Juicio divino incluye la liberación de los oprimidos y la destrucción de los impíos (Sal. 7:6-17).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria… serán reunidas delante de él todas las naciones». Mateo 25:31, 32; El juicio final es un acontecimiento sumamente solemne y terrible. Se desarrollará delante del universo entero. El Padre ha delegado todo el juicio en el Señor Jesús.

Ser cristiano es ser un hombre semejante a Cristo, una mujer semejante a Cristo, es ser activo en el servicio de Dios es estar presente en la reunión de oración, animando a otros también con nuestra presencia. La religión no consiste en obras, pero la religión obra; no es inactiva.

A pesar de que la tierra tambalee como un borracho, y sea removida como una choza, si hemos puesto nuestra confianza en Dios, él nos librará. «El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente». «Porque tú has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal (Hijos e hijas de Dios, p. 356).

EL GUERRERO MAJESTUOSO

Lee Salmos 18:3 al 18; 76:3 al 9 y 12; y 144:5 al 7. ¿Cómo se describe al Señor en estos textos? ¿Qué transmiten estas imágenes sobre la disposición de Dios para liberar a su pueblo?

Dios en su majestad como Guerrero y Juez. La imagen de Dios como Guerrero es frecuente en Salmos y resalta la severidad y la urgencia de la respuesta de Dios a los clamores y los sufrimientos de su pueblo.

En definitiva, incluso cuando el pueblo de Dios, como David, participó en guerras, la liberación no provino de medios humanos. el rey David alabó a Dios como el único que obtuvo todas las victorias. En los salmos, el rey David, famoso por ser un guerrero de éxito, asume su papel de músico experto y alaba al Señor como el único Libertador y Sustentador de su pueblo (Sal. 144:10-15).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

El hombre caído es el cautivo legítimo de Satanás. La misión de Cristo consistió en rescatarlo del poder de su gran adversario. Solo Dios puede limitar el poder de Satanás… Satanás conoce mejor que los hijos de Dios el poder que ellos pueden tener sobre él cuando su fuerza está en Cristo. Mediante el poder que Cristo da, podemos ser «más que vencedores». Pero nosotros no podemos crear este poder. Podemos recibirlo solamente mediante el Espíritu de Dios.

JUSTICIA PARA LOS OPRIMIDOS

Lee Salmos 9:18; 12:5; 40:17; 113:7; 146:6 al 10; y 41:1 al 3. ¿Cuál es su mensaje para nosotros, también hoy?

Dios muestra especial cuidado y preocupación por la justicia en relación con los diversos grupos vulnerables de personas, incluyendo los pobres, los necesitados, los oprimidos, los huérfanos, las viudas, los viudos y los extranjeros. Salmos, al igual que la Ley y los profetas, son claros al respecto (Éxo. 22:21-27; Isa. 3:13-15).

La expresión “pobre y necesitado” no se limita a la pobreza material, sino también significa vulnerabilidad y desamparo. Por su parte, el cuidado de los desposeídos (Sal. 41:1-3) demuestra la fidelidad del pueblo a Dios. Los males cometidos contra los vulnerables eran pecados especialmente atroces en la cultura bíblica (Deut. 15:7-11). Los salmos inspiran al pueblo fiel a alzar la voz contra toda opresión.

Mediante su gracia, nuestro Señor se identificó con los pobres haciéndose pobre él mismo, para que mediante su pobreza muchos pudieran enriquecerse (2 Cor. 8:9). Las riquezas de Cristo incluyen la liberación de toda opresión causada por el pecado, y nos prometen la vida eterna en el Reino de Dios (Apoc. 21:4).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

El espíritu de liberalidad es el espíritu del cielo. El espíritu de egoísmo es el espíritu de Satanás, Dios no depende de los hombres para promover su causa. Podría convertir a los ángeles en embajadores de su verdad. Habría podido revelar su voluntad por medio de su propia voz cuando proclamó la ley desde el Sinaí. Pero ha elegido emplear a los hombres para que hagan su obra a fin de cultivar en ellos el espíritu de liberalidad.

Cada acto de abnegación realizado en bien de otros fortalecerá el espíritu de generosidad en el donante, y lo vinculará más estrechamente con el Redentor del mundo, quien «por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos». 2 Corintios 8:9.

¿HASTA CUÁNDO JUZGARÁN INJUSTAMENTE?

Lee Salmo 82. ¿Qué ocurre cuando los dirigentes pervierten la justicia y oprimen al pueblo al que debe proteger?

El Señor dotó a los dirigentes de Israel de autoridad para preservar la justicia en Israel (Sal. 72:1-7, 12-14). Los reyes de Israel debían ejercer su autoridad según la voluntad de Dios.

En Salmo 82, Dios declara sus juicios sobre los jueces corruptos de Israel. Los “dioses” (Sal. 82:1, 6, RVR 1960) claramente no son ni dioses paganos ni ángeles, porque nunca se les encomendó impartir justicia al pueblo de Dios y, por lo tanto, no podrían ser juzgados por no cumplir con esto. Los cargos enumerados en Salmo 82:2 al 4 reflejan las leyes de la Torá, que identifican a los “dioses” como líderes de Israel (Deut. 1:16-18; 16:18-20; Juan 10:33-35).

Las Escrituras sostienen invariablemente que el Señor es el único Dios. Dios comparte su gobierno del mundo con agentes humanos designados como sus representantes (Rom. 13:1).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Con tierno fervor David instó a Salomón a que fuese viril y noble, a que demostrase misericordia y bondad hacia sus súbditos, y que en todo su trato con las naciones de la tierra honrase y glorificase el nombre de Dios y manifestase la hermosura de la santidad.

«Dios está en la reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga». Y a los que son designados como jueces bajo su dirección, se les dice: «Defended al pobre y al huérfano: haced justicia al afligido y al menesteroso… Libradlo de mano de los impíos». Salmo 82:1, 3, 4 (Profetas y reyes, p. 146).

Dios invita a los que han ejercido indebida autoridad que aparten de sus obreros su mano dominadora. Trate toda persona a quien han sido confiadas sagradas responsabilidades de comprender su deber individual ante Dios, y cumplirlo con humildad y fidelidad. Nadie se considere un amo que puede ejercer su poder dominante sobre sus hermanos. Los principios de la Palabra de Dios deben ser enseñados y practicados (Testimonios para los ministros, pp. 491, 492).

DERRAMA SOBRE ELLOS TU IRA

Lee Salmos 58:6 al 8; 69:22 al 28; 83:9 al 17; 94:1 y 2; y 137:7 al 9. ¿Qué sentimientos transmiten estos salmos? ¿Quién es el agente del juicio en estos salmos?

El salmista no se propone, en ningún momento, ser el encargado de vengarse; al contrario, deja la retribución únicamente en manos de Dios. Los salmos evocan las maldiciones del Pacto divino (Deut. 27:9-16). La retribución de Dios se mide con justicia y gracia. Los hijos de Dios están llamados a orar por quienes los maltratan, e incluso a desear su conversión (Sal. 83:18; Jer. 29:7).

Dios reconoce el sufrimiento de sus hijos y les asegura que, “a los ojos del Señor, muy estimada es la muerte de sus santos” (Sal. 116:15). El juicio divino obliga al pueblo de Dios a alzar su voz contra todo mal y a buscar la venida del Reino de Dios en su plenitud.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Dios es un ser de infinito amor e infinita compasión, pero también declara de sí mismo que es «fuego consumidor, Dios celoso» (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 1184).

La misericordia nos invita a entrar en la ciudad de Dios a través de sus puertas, y la justicia se complace en otorgar a toda alma obediente los privilegios plenos que le corresponden como miembro de la familia real e hijo del Rey del cielo. La felicidad de los redimidos en el cielo será el resultado del carácter semejante al de Cristo que hayan formado en esta vida. Los santos del cielo habrán comenzado por ser santos en la tierra.

EL JUICIO DEL SEÑOR Y EL SANTUARIO

Lee Salmos 96:6 al 10; 99:1 al 4; y 132:7 al 9 y 13 al 18. ¿Dónde tiene lugar el juicio de Dios y qué implicaciones tiene la respuesta para nosotros? ¿Cómo nos ayuda el Santuario a entender la manera en que tratará Dios el mal?

El Juicio del Señor está estrechamente relacionado con el Santuario. El Santuario fue el entorno donde el salmista cambió su percepción sobre el problema del mal (Sal. 73:17-20). El Santuario fue designado como el lugar del juicio divino, como indicaban el juicio del Urim (Núm. 27:21) y el pectoral del juicio del sumo sacerdote (Éxo. 28:15, 28-30).

Por consiguiente, el Santuario es el lugar del perdón del pecado y de la restauración de la justicia, como indican el propiciatorio del Trono de Dios y los “sacrificios de justicia” (Deut. 33:19; Sal. 4:5).Sin embargo, el “Dios perdonador” se venga de las malas acciones de los impenitentes (Sal. 99:8).

El juicio del Señor desde Sion trae como resultado el bienestar de los justos y la derrota de los impíos (Sal. 132:13-18). los salmos refuerzan la certeza de la inminente llegada del Juez divino (Sal. 96:13; Sal. 98:9); a saber, Jesucristo en el Santuario celestial (Apoc. 11:15-19).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Toda la ceremonia del Santuario estaba destinada a inculcar a los israelitas una idea de la santidad de Dios y de su odio al pecado; y además hacerles ver que no podían ponerse en contacto con el pecado sin contaminarse.

El día de la expiación, el sumo sacerdote, después de haber tomado una víctima ofrecida por la congregación, iba al Lugar Santísimo con la sangre de dicha víctima y rociaba con ella el propiciatorio, encima mismo de la ley, para dar satisfacción a sus exigencias. Luego, en calidad de mediador, tomaba los pecados sobre sí y los llevaba fuera del Santuario. Poniendo sus manos sobre la cabeza del segundo macho cabrío, confesaba sobre él todos esos pecados, transfiriéndolos así figurativamente de él al macho cabrío emisario. Este los llevaba luego lejos y se los consideraba como si estuviesen para siempre quitados y echados lejos del pueblo (El conflicto de los siglos, pp. 414, 415).

Hoy [Jesús] está ante el altar de la misericordia, presentando a Dios las oraciones de los que desean su ayuda. No rechaza a ningún ser humano lloroso y contrito. Perdonará sin reserva a cuantos acudan a él en súplica de perdón y restauración. A las almas que se vuelven a él en busca de amparo, Jesús las levanta sobre toda acusación y calumnia. Ningún hombre ni ángel maligno puede incriminar a estas almas. Cristo las une con su propia naturaleza divina y humana. Están al lado de Aquel que lleva los pecados, en la luz procedente del trono de Dios (El ministerio de curación, pp. 59, 60).

 

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