SABIDURÍA PARA VIVIR CON RECTITUD

 

ESCUELA SABÁTICA

SABIDURÍA PARA VIVIR CON RECTITUD

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmos 119:1-16; 90; Juan 3:16; Salmos 95:7-11; 141; 128.

PARA MEMORIZAR:

 “Enséñanos a contar nuestros días de modo que nuestro corazón adquiera sabiduría” (Sal. 90:12).

Como hemos visto, la gracia de Dios ofrece el perdón de los pecados y crea un corazón nuevo en el pecador arrepentido, que ahora vive por la fe. La Palabra de Dios también brinda instrucciones para una vida justa (Sal. 119:9-16). Cumplir la Ley de Dios de ninguna manera es una observancia legalista de normas, sino vivir en una relación íntima con Dios, una vida llena de bendiciones (Sal. 119:1, 2; 128).

La sabiduría para vivir rectamente se adquiere mediante la dinámica de la vida en compañía de Dios en medio de las tentaciones y los desafíos

ESPÍRITU DE PROFECÍA

No tenemos tiempo para perder, ni tiempo para dedicar a los placeres egoístas, ni tiempo para entregarnos al pecado. Ahora hemos de formar caracteres para la vida futura e inmortal. Ahora hemos de prepararnos para el juicio investigador (La fe por la cual vivo, p. 160).

la voz de Dios dice claramente: Id adelante. Obedezcamos la orden, aun cuando nuestra vista no pueda penetrar las tinieblas. Los obstáculos que impiden nuestro progreso no desaparecerán nunca ante un espíritu vacilante y dudoso. Jesús no nos llama a seguirle para después abandonarnos. Si entregamos nuestra vida a su servicio, nunca podremos hallarnos en una posición para la cual Dios no haya hecho provisión. Cualquiera que sea nuestra situación, tenemos un Guía para dirigirnos en el camino (Obreros evangélicos, pp. 276, 277).

EN MI CORAZÓN HE GUARDADO TUS DICHOS

Lee Salmo 119:1 al 16 y 161 al 168. ¿Cómo debemos guardar los mandamientos de Dios, y cuáles son las bendiciones que recibimos al guardarlos?

La Biblia describe una vida diaria de fe como un peregrinaje (“andar” o “caminar”) con Dios en su senda de justicia. Llevamos una vida de fe al andar “en la ley del Señor” (Sal. 119:1) y “a la luz de [s]u rostro” (Sal. 89:15). De ningún modo son dos caminos diferentes. Andar a la luz del rostro de Dios implica cumplir la Ley de Dios. Del mismo modo, caminar “en la ley del Señor” implica buscar a Dios con todo el corazón (Sal. 119:1, 2, 10).

Los mandamientos de Dios son una revelación de la voluntad de Dios para el mundo. Nos instruyen sobre cómo llegar a ser sabios y a vivir en libertad y paz (Sal. 119:7-11, 133). El salmista se deleita en la Ley porque le asegura la fidelidad de Dios (Sal. 119:77, 174).

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Bienaventurados los perfectos de camino; los que andan en la ley de Jehová. Salmo 119:1…

El pecador no puede hacer frente a las exigencias de Dios con sus propias fuerzas. Debe acudir en busca de ayuda al que pagó el rescate por él; La ley de los Diez Mandamientos no debe ser contemplada tanto desde el lado prohibitorio como desde el lado de la misericordia. Sus prohibiciones son una segura garantía de la felicidad en la obediencia; Para el obediente es una muralla de protección. (Nuestra elevada vocación, p. 139).

Jesús dio el Espíritu Santo en medida abundante para las grandes emergencias, para ayudarnos en nuestras debilidades, para darnos fuerte consolación, para iluminar nuestras mentes, y para purificar y ennoblecer nuestros corazones. Cristo llega a ser para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención.

Con la Palabra de Dios, Cristo rechazó las tentaciones de Satanás. Confiando en las promesas de Dios, recibió poder para obedecer sus mandamientos, y el tentador no obtuvo ventaja alguna. A cada tentación Cristo contestaba: «Escrito está».

ENSÉÑANOS A CONTAR NUESTROS DÍAS

Lee Salmos 90; 102:11; y 103:14 al 16. ¿Cuál es el dilema humano?

La existencia humana caída no es más que vapor a la luz de la eternidad. Mil años a los ojos de Dios son “como una vigilia de la noche”, que dura tres o cuatro horas (Sal. 90:4). Comparada con el tiempo divino, una vida humana pasa volando (Sal. 90:10).

Salmo 90 sitúa el dilema humano en el contexto del cuidado de Dios por las personas como su Creador. El Señor ha sido la morada de su pueblo en todas las generaciones (Sal. 90:1, 2). La palabra hebrea maqom (‘habitación’) describe al Señor como el refugio de su pueblo (Sal. 91:9).

En la Biblia, la sabiduría no se refiere únicamente a la inteligencia, sino también a la reverencia a Dios. La sabiduría que necesitamos es saber “contar nuestros días” (Sal. 90:12). Vivir con sabiduría significa tener conciencia de la fugacidad de la vida, lo que lleva a la fe y a la obediencia. Esta sabiduría solo se obtiene mediante el arrepentimiento (Sal. 90:8, 12) y los dones de Dios del perdón, la compasión y la misericordia (Sal. 90:13, 14).

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Cada momento está cargado de consecuencias eternas. Hemos de ser soldados de emergencia, listos para entrar en acción al instante de recibir el aviso. La oportunidad que se nos ofrece hoy de hablar a algún alma necesitada de la Palabra de vida, puede no volver jamás. Puede ser que Dios diga a esa persona: «Esta noche vuelven a pedir tu alma» (Lucas 12:20), y a causa de nuestra negligencia no se halle lista. En el gran día del juicio, ¿cómo rendiremos cuenta de ello a Dios? (El ministerio de curación, pp. 277, 278).

Vivamos en contacto con el Cristo vivo, y él nos asirá firmemente con una mano que nos guardará para siempre. Creamos en el amor con que Dios nos ama, y estaremos seguros; este amor es una fortaleza inexpugnable contra todos los engaños y ataques de Satanás. «Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado» Proverbios 18:10 (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 100, 101).

LA PRUEBA DEL SEÑOR

Lee Salmos 81:7 y 8; 95:7 al 11; y 105:17 al 22. ¿Qué implica la prueba divina en estos textos?

Meriba es el lugar donde Israel puso a prueba a Dios cuando desafió su fidelidad y su poder para satisfacer sus necesidades (Éxo. 17:1-7; Sal. 95:8, 9). Salmo 81 invierte de manera interesante el mismo acontecimiento, interpretándolo como el momento en que Dios puso a prueba a Israel (Sal. 81:7). Y, por su desobediencia y falta de confianza (Sal. 81:11), el pueblo fracasó en la prueba de Dios.

La referencia a Meriba transmite un doble mensaje. En primer lugar, el pueblo de Dios no debe repetir los errores de las generaciones pasadas. Al contrario, debe confiar en Dios y seguir su camino (Sal. 81:13). En segundo lugar, aunque el pueblo fracasó en la prueba, Dios acudió en su rescate cuando estaba en apuros (Sal. 81:7).

El objetivo de la disciplina divina es fortalecer a los hijos de Dios y prepararlos para el cumplimiento de la promesa, como muestra el ejemplo de José (Sal. 105:20-22). Dios requiere pronta e implícita obediencia a su Ley; pero los hombres están dormidos o paralizados por los engaños de Satanás, quien les sugiere excusas y subterfugios, y vence sus escrúpulos diciendo, como dijo a Eva en el huerto: ‘No moriréis’ (Gén. 3:4).

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Entonces cada alma recordará las palabras del Señor: «Pusiste nuestros yerros a la luz de tu rostro». Muchos necesitan efectuar un cambio radical en la tendencia de sus pensamientos y acciones, si desean agradar a Jesús.

Cuando [a José] se lo tentó para que se desviara de la senda recta, para que violara la ley de Dios y traicionara a su amo, resistió firmemente y dio evidencias del poder elevador del temor de Dios en la respuesta que dio a la esposa de su señor; Aunque estén expuestos a la tentación debieran saber que hay una defensa al alcance de la mano, y que si finalmente no reciben protección será por su propia culpa. Dios será un pronto auxilio y su Espíritu será un escudo. Aunque estén rodeados de las más terribles tentaciones hay una fuente de fortaleza a la cual pueden recurrir para resistirlas.

El escudo que protegía el corazón de este joven era el temor de Dios, que lo indujo a ser fiel y justo con su amo, y leal a su Señor (La historia de la redención, pp. 103-105).

EL ENGAÑO DEL MAL CAMINO

Lee Salmo 141. ¿Por qué ora el salmista?

Salmo 141 es una oración para pedir protección contra las tentaciones internas y externas. El salmista no solamente se ve amenazado por los planes de los malhechores (Sal. 141:9, 10), sino también se siente tentado a actuar como ellos. El primer punto débil es el dominio propio al hablar, y el salmista ruega que el Señor vigile la puerta de sus labios (Sal. 141:3).

La tentación consiste también en saber si el hijo de Dios cederá al consejo de los justos o se dejará seducir por los manjares de los impíos (Sal. 141:4, 5); Únicamente la oración incesante de total confianza y devoción a Dios puede salvar al hijo de Dios de la tentación (Sal. 141:2).

Lee Salmo 1:1; y 141:4. ¿Cómo se describe aquí el carácter progresivo y astuto de la tentación?

Salmo 141:4 describe la naturaleza progresiva de la tentación. Primeramente, el corazón se inclina hacia el mal. En segundo lugar, practica el mal (el significado en hebreo subraya el carácter repetitivo de la acción). En tercer lugar, el corazón come de los manjares de los malvados; es decir, acepta sus malas prácticas como algo deseable.

El final tanto de los impíos como de los justos debería enseñar al pueblo a buscar la sabiduría de Dios (Sal. 1:4-6; 141:8-10). Sin embargo, en ambos salmos, la vindicación final de los hijos de Dios continúa en el futuro. Esto significa que los creyentes son llamados a confiar pacientemente en Dios y a esperar en él.

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Los ángeles están dedicados noche y día en el servicio de Dios para elevación del hombre de acuerdo con el plan de salvación. Dijo Cristo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame». Mateo 16:24.

Se afirma que la gracia de Dios es suficiente para contrarrestar todos los males y las pruebas contra los cuales tienen que luchar los seres humanos, ¡Oh, cuán precioso es Jesús para el alma que confía en el! Pero muchos andan en tinieblas porque sepultan su fe en las sombras de Satanás. No han hecho lo que podían hacer por medio de la gracia de Jesús. No hablan acerca de la fe, la esperanza y el valor. Jamás deberíamos permitirle a Satanás que crea que su poder para perturbar y molestar es mayor que el poder de Cristo para sostener y fortalecer (Cada día con Dios, p. 175).

La vida espiritual se fortalece con el conflicto. Las pruebas, cuando se las sobrelleva bien, desarrollan la firmeza de carácter y las preciosas gracias espirituales. El fruto perfecto de la fe, la mansedumbre y el amor, a menudo maduran mejor entre las nubes tormentosas y la oscuridad (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 39-41).

BENDICIONES DE UNA VIDA RECTA

Lee Salmos 1:1 al 3; 112:1 al 9; y 128. ¿Qué bendiciones se prometen para los que veneran al Señor?

Salmo 1 describe a los justos mediante el símil de un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da sus frutos a su tiempo y cuya hoja no se marchita (Sal. 1:3; Jer. 17:7, 8; Eze. 47:12).

Salmo 128:2 y 3 evoca las bendiciones del Reino mesiánico, donde sentarse bajo las propias vid e higuera es símbolo de paz y prosperidad (Miq. 4:4). La bendición de la paz sobre Jerusalén (Sal. 122:6-8; 128:5, 6) transmite esperanza en el Mesías, quien acabará con el mal y restaurará la paz en el mundo.

“En la Biblia se llama a la herencia de los bienaventurados ‘una patria’ (Heb. 11:14-16). Allí el Pastor divino conduce a su rebaño a los manantiales de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para utilidad de las naciones. En esas pacíficas llanuras, al borde de esas corrientes vivas, el pueblo de Dios, que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 733).

El Nuevo Testamento coloca el cumplimiento de esa esperanza en el segundo advenimiento de Cristo y la creación del nuevo mundo (Mat. 26:29; Apoc. 21).

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Cristo se ha comprometido a ser nuestro sustituto y seguridad, y no rechaza a nadie. Hay un fondo inagotable de obediencia perfecta que surge de su obediencia. Cristo se ha comprometido a interceder en nuestro favor, y el Padre siempre oye al Hijo.

Este es el misterio de la piedad. Que Cristo haya tomado la naturaleza humana, y que por una vida de humillación eleve al hombre en la escala del valor moral junto a Dios; que pueda llevar la naturaleza que adoptó junto al trono de Dios, y que allí presente a sus hijos al Padre, confiriéndoles un honor que excede al que les ha otorgado a los ángeles, es la maravilla del universo celestial, el misterio que los ángeles desean contemplar. Este es el amor que quebranta el corazón del pecador (Hijos e hijas de Dios, p. 24).

El Señor Jesús dice: «Porque separados de mí nada podéis hacer». Nuestro crecimiento en la gracia, nuestro gozo, nuestra utilidad, todo depende de nuestra unión con Cristo. Solo estando en comunión con él diariamente y permaneciendo en El cada hora es como hemos de crecer en la gracia.

 

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