¿AMOR O EGOÍSMO? ESA ES LA CUESTIÓN

 

LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA

¿AMOR O EGOÍSMO? ESA ES LA CUESTIÓN

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Lucas 19:41–44; Mateo 23:37, 38; Hebreos 11:35–38; Apocalipsis 2:10; Hechos 2:44–47; Juan 13:35.

Tertuliano afirmaba: “Son principalmente las obras de un amor sumamente noble las que llevan a muchos a poner una marca sobre nosotros.

PARA MEMORIZAR:

 “No temas, que yo estoy contigo. No desmayes, que yo soy tu Dios que te fortalezco. Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isa. 41:10

Jesús afirma: “Les aseguro que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada” (Mat. 24:2). Los discípulos están confundidos; y tú, también. ¿Qué podrían significar estas palabras? ¿Qué relación tienen con el fin del mundo, por el que preguntaron los discípulos de Jesús?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

El [capítulo 24] de Mateo nos presenta un resumen de lo que ha de sobrevenir al mundo. Vivimos en medio de los peligros de los últimos días. Los que perecen en el pecado deben recibir la advertencia. El Señor invita a todos aquellos a quienes ha confiado medios financieros a fin de que sean su mano ayudadora invirtiendo su dinero para el progreso de su obra.

El cristiano entra en el reino de los cielos por medio de mucha tribulación. Constantemente debe librar la buena batalla, y no deponer sus armas hasta que Cristo le dé reposo. Sólo al dar a Jesús todo lo que tiene puede asegurarse la herencia que durará por toda la eternidad (Cada día con Dios, 23 de mayo, p. 150).

UN SALVADOR CON EL CORAZÓN ROTO

Mientras Jesús estaba sentado en el Monte de los Olivos, con vistas a la ciudad de Jerusalén, su corazón estaba destrozado. El Evangelio de Juan dice: “Vino a lo que era suyo, y los suyos no lo recibieron” (Juan 1:11).

Lee Lucas 19:41 al 44; Mateo 23:37 y 38; y Juan 5:40. ¿Qué te dicen estos versículos sobre la actitud de Jesús hacia su pueblo y la respuesta de este a su amorosa invitación de gracia y misericordia? ¿Qué revelación del carácter de Dios puedes ver aquí?

Es difícil entender un acontecimiento como la destrucción de Jerusalén a la luz del carácter amoroso de Dios. Su corazón estaba destrozado. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Durante siglos le tendió la mano a su pueblo. Por su rebelión contra la amorosa bondad de Dios, perdieron su protección divina. Dios no siempre interviene para limitar los resultados de las decisiones de su pueblo. Permite que se desarrollen las consecuencias natura- les de la rebelión.

Lee Mateo 24:15 al 20. ¿Qué instrucción le dio Jesús a su pueblo para salvarlo de la destrucción venidera de Jerusalén?

Es bueno recordar que la gran mayoría de los cristianos que vivían en Jerusalén en el año 70 d.C. eran de origen judío. Un Dios amoroso deseaba preservar la mayor cantidad posible de su pueblo. Por eso dio la instrucción de que, cuando se acercaran los ejércitos romanos, debían huir de la ciudad.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Jesús no consideró por separado la destrucción de Jerusalén y el gran día de su venida. Mezcló la descripción de estos dos acontecimientos. Si hubiese revelado a sus discípulos los acontecimientos futuros como los contemplaba él, no habrían podido soportar la visión. Por misericordia hacia ellos, fusionó la descripción de las dos grandes crisis, dejando a los discípulos estudiar por sí mismos el significado. (El Deseado de todas las gentes, pp. 581, 582).

El pecado del mundo de hoy día es el mismo que acarreó la destrucción de Israel. La ingratitud a Dios, el descuido de las oportunidades y bendiciones, el aprovechamiento egoísta de los dones de Dios: todo esto estaba comprendido en el pecado que hizo caer la ira sobre Israel. Estos males están trayendo la ruina al mundo actual.

Nunca abandonará a los que acuden a él. Del alma pobre y desfalleciente, cansada de acudir a los seres humanos, solamente para recibir traición y olvido, Cristo dice: «¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo». Isaías 27:5 (Cada día con Dios, 15 de enero, p. 21).

CRISTIANOS SALVAGUARDADOS PROVIDENCIALMENTE

La gracia, la providencia y la presciencia de Dios se revelan claramente en los sucesos que llevaron a la destrucción de Jerusalén. Mientras los romanos huían y los judíos los perseguían, los cristianos de Jerusalén huyeron a Pella, al otro lado del río Jordán. “Ya estaba dada la señal prometida a los cristianos que aguardaban, y en ese momento se ofreció una oportunidad a todos los que quisieran, en obediencia a la advertencia del Salvador. Los sucesos se desarrollaron de modo tal que ni los judíos ni los romanos hubieran podido evitar la huida de los cristianos” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 34).

Lee Salmos 46:1 e Isaías 41:10. ¿Qué nos dicen estos pasajes acerca del cuidado providencial de Dios?

Dios es soberano y gobierna los acontecimientos de la Tierra para el cumplimiento final de sus propósitos divinos. Habrá momentos en que el pueblo de Dios experimentará dificultades, persecución, encarcelamiento y la muerte misma por causa de Cristo. Pero, aun en los tiempos más difíciles, Dios sostiene y salvaguarda a su iglesia.

Lee Hebreos 11:35 al 38 y Apocalipsis 2:10. ¿Qué realidad muestran estos textos sobre nuestra batalla contra las fuerzas del mal? ¿Cómo armonizan estos pasajes con la idea de la protección de Dios de la pregunta anterior? ¿Existe alguna contradicción entre la idea de la protección de Dios y el hecho de que Dios permita que algunos afronten sufrimientos dolorosos, e incluso la muerte de un mártir, por causa de Cristo?

“Vanos eran los esfuerzos de Satanás para destruir a la iglesia de Cristo por medio de la violencia. La gran lucha en que los discípulos de Jesús entregaban la vida no cesaba cuando esos fieles portaestandartes caían en su puesto. Triunfaban por medio de su derrota. Los siervos de Dios eran asesinados, pero su obra seguía siempre adelante” (ibíd., p. 45).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

La ruina de Jerusalén sería símbolo de la ruina final que abrumará al mundo. La Majestad del cielo tiene a su cargo el destino de las naciones, así como también lo que atañe a la iglesia. El Instructor divino dice a todo instrumento en el desarrollo de sus planes, como dijo a Ciro: «Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste». Isaías 45:5 (El discurso maestro de Jesucristo, p. 102).

El que es el Rey, Jehová de los ejércitos, está sentado entre los querubines, y en medio de la guerra y el tumulto de las naciones guarda aún a sus hijos. El que gobierna en los cielos es nuestro Salvador. su pueblo permanecerá seguro en sus manos (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 102, 103).

Juan oyó hacer las promesas: «Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios». «El que venciere, será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles». Apocalipsis 2:7; 3:5 (Los hechos de los apóstoles, p. 470).

FIELES EN MEDIO DE LA PERSECUCIÓN

Lee Hechos 2:41; 4:4 y 31; 5:42; y 8:1 al 8. ¿Qué nos enseñan estos versículos sobre los desafíos que enfrentó la iglesia del Nuevo Testamento, y también por qué creció tan rápidamente?

Los discípulos soportaron amenazas (Hech. 4:17), encarcelamientos (Hech. 5:17, 18), persecución (Hech. 8:1) y la muerte misma (Hech. 7:59; 12:2), pero con el poder del Espíritu Santo proclamaron valientemente al Cristo resucitado, y las iglesias se multiplicaron por toda Judea, Galilea y Samaria (Hech. 9:31).

En su lugar, la fe llenó el corazón de los discípulos. Una visión de su Señor resucitado les dio una nueva razón para vivir. Nuestro Señor no solo les había dado la Gran Comisión (Mar. 16:15), sino también la gran promesa: “ ‘Pero recibirán poder cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo, y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra’ ” (Hech. 1:8)

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Cristo resucitó de los muertos, y proclamó sobre el sepulcro abierto: «Yo soy la resurrección y la vida». Juan 11:25. Envió su Espíritu al mundo para recordarnos todas las cosas. Y por un milagro de su poder, preservó su Palabra escrita a través de los siglos.

Previendo las dudas que asaltarían a sus discípulos en días de pruebas y oscuridad, el Salvador les dijo: «Acordaos de la palabra que yo os he dicho: No es el siervo mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros perseguirán». Juan 15:20… Los que son llamados a sufrir la tortura y el martirio, no hacen más que seguir las huellas del amado Hijo de Dios (El conflicto de los siglos, p. 44).

ASISTENCIA A LA COMUNIDAD

La iglesia cristiana primitiva crecía no solo porque sus miembros predicaban el evangelio, sino porque lo vivían. Los creyentes imitaban el ministerio de Cristo, que “recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia de la gente” (Mat. 4:23).

Lee Hechos 2:44 al 47; 3:6 al 9; y 6:1 al 7. Aunque las circunstancias varían, ¿qué principios podemos aprender de estos pasajes sobre el cristianismo auténtico?

Estos creyentes del Nuevo Testamento siguieron el modelo de Cristo, a quien, como expresó Pedro, “Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder, y […] pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hech. 10:38).

En Juan 10:10, Jesús revela su plan para cada uno de nosotros: “El ladrón no viene sino a hurtar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Jesús en Mateo 24 y Lucas 21 anticipan condiciones catastróficas en la Tierra antes de su venida. Cuando Cristo nos toca con su gracia sanadora, anhelamos alcanzar a otros con el amor de Cristo para que puedan ser sanados.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

El mirar continuamente a Jesús vivificará al alma en Dios. Hemos de amar a Jesús, hemos de amar al Padre que lo envió al mundo, porque lo vemos en una luz maravillosa, llena de gracia y de verdad. Jesús declara: «Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre» (Mateo 11:27)… «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra». Mateo 28:18.

Es el privilegio de toda alma ser un canal vivo por medio del cual Dios pueda comunicar al mundo los tesoros de su gracia, las inescrutables riquezas de Cristo. Todo el cielo está esperando que haya canales por medio de los cuales pueda derramarse el aceite santo para que sea un gozo y una bendición para los corazones humanos Desea que nosotros revelemos su propio gozo en nuestra vida (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 344, 345).

UN LEGADO DE AMOR

Lee Juan 13:35 y 1 Juan 4:21. ¿Qué revelan estos pasajes a la luz del desafío de Satanás contra el gobierno de Dios en el Gran Conflicto? ¿Qué nos dicen acerca de la esencia del cristianismo auténtico?

Una de las mayores revelaciones del amor de Dios se demostró cuando dos pandemias devastadoras asolaron los primeros siglos, en 160 d.C. y 265 d.C. El amor, el interés por los demás y la atención abnegada en favor de los enfermos y los moribundos generaron una admiración por estos creyentes y por el Cristo que representaban.

“La mayoría de nuestros hermanos cristianos mostraron un amor y una lealtad sin límites, sin escatimar esfuerzos y pensando siempre en los demás. Sin tener en cuenta el peligro, se hicieron cargo de los enfermos, supliendo todas sus necesidades en Cristo, y con ellos partieron de esta vida serenamente felices; porque se contagiaron de otros, atrayendo sobre sí la enfermedad de su prójimo y aceptando alegremente sus dolores” (Rodney Stark, The Rise of Christianity [Princeton, Nueva Jersey: Princeton University Press, 1996], p. 82).

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Este amor es la evidencia de su discipulado. «En esto conocerán todos que sois mis discípulos —dijo Jesús—, si tuviereis amor los unos con los otros». Muestra que hay poder en la naturaleza divina para resistir a los agentes sobrenaturales del mal, y que la gracia de Dios subyuga el egoísmo inherente en el corazón natural (Exaltad a Jesús, 11 de octubre, p. 292).

El evangelio ha de ser proclamado mediante una guerra agresiva, en medio de oposición, peligros, pérdidas y sufrimientos. Pero los que hacen esta obra están tan solo siguiendo los pasos de su Maestro (El Deseado de todas las gentes, pp. 632, 633).

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