INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 1

 

INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 1

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Marcos 8:22-38; Mateo 20:29-34; Juan 12:25; Marcos 9; Malaquías 4:5, 6; Lucas 9:30, 31.

PARA MEMORIZAR:

“Luego Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame’ ” (Mar. 8:34).

En la última parte de Marcos 8, y hasta el final de Marcos 10, Jesús se enfoca en instruir a sus discípulos acerca de su derrotero. En estos capítulos, él hará predicciones acerca de la Cruz, que serán seguidas por una instrucción especial acerca del discipulado. Estas poderosas lecciones siguen siendo relevantes hoy.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

La cruz os eleva de las partes bajas de la tierra y os hace participar de una dulcísima comunión con Dios. Al llevar la cruz, vuestra experiencia podrá ser tal que podréis decir: » ‘ Yo sé que mi Redentor vive, y porque él vive, viviré yo también». ¡Qué magnífica seguridad! (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1071.

El examen de conciencia ha de ser completo para que no exista ningún peligro de autoengaño… Examine sinceramente su corazón, porque en lo que a esto se refiere no puede permitirse correr ningún riesgo. Determine lo que significa ser cristiano de corazón y luego vístase con la armadura de Dios. Estudie el Modelo; mire a Jesús, e imítelo (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 311, 312).

VIENDO CLARAMENTE

Lee Marcos 8:22 al 30. ¿Por qué necesitó Jesús dos toques para sanar al hombre ciego? ¿Qué lecciones surgen de este relato?

Los evangelios reportan el caso de varias personas ciegas curadas por Jesús. Además de este pasaje de Marcos 8, la sanación del ciego Bartimeo se reporta en Marcos 10:46 al 52 (Mateo se refiere a dos ciegos [Mat. 20:29-34]) y Juan 9 narra la historia de la curación efectuada por Jesús en favor de un ciego de nacimiento enviado a lavarse en el estanque de Siloé.

Esta interpretación se ve corroborada por el patrón literario de esta sección de Marcos, donde la instrucción dada a los discípulos acerca de sus futuras muerte y resurrección tiene la curación de un hombre ciego al comienzo y al final. La restauración de la visión llega a ser así una metáfora acerca del discipulado perspicaz.

Tres características confirman esta aseveración. Primero, Jesús interroga a sus discípulos acerca de su identidad, algo que no había hecho hasta este punto. Segundo, Pedro es la única persona no endemoniada que declara que Jesús es el Mesías. Tercero, inmediatamente después de esta revelación acerca de quién es Jesús, él comienza a explicar adónde se encamina: a la Cruz.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Iba a hablarles de los sufrimientos que le aguardaban. Pero primero se apartó solo y rogó a Dios que sus corazones fuesen preparados para recibir sus palabras. Al reunírseles, no les comunicó en seguida lo que deseaba impartirles. Antes de hacerlo, les dio una oportunidad de confesar su fe en él para que pudiesen ser fortalecidos para la prueba venidera (El Deseado de todas las gentes, p. 379). Jesús [preguntó a los discípulos]: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?» Pedro respondió: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente».

Únicamente el espíritu de adopción puede revelarnos las cosas profundas de Dios, que… «nos las ha revelado Dios por medio de su Espíritu; porque el Espíritu escudriña todas las cosas, y aun las cosas profundas de _Dios». 1 Corintios 2:10. «El secreto de Jehová es para los que le temen»; y el hecho de que Pedro discernía la gloria de Dios era evidencia de que se contaba entre los que habían sido «enseñados de Dios». Salmo 25: 14; Juan 6:45 (El Deseado de todas las gentes, pp. 380, 381).

EL COSTO DEL DISCIPULADO

Leer Marcos 8:31 al 38. ¿Qué dice aquí Jesús acerca del costo de seguirlo?

En un principio, cuando Jesús los llamó, dijo que los convertiría en pescadores de hombres (Mar. 1:17). No hubo problemas entonces. Pero ahora que realmente saben quién es, él les revela el objetivo de su misión: que le es necesario padecer muchas cosas, ser rechazado, morir y resucitar después de tres días.

Las palabras de Pedro no eran de naturaleza que fuesen de ayuda y solaz para Jesús en la gran prueba que lo esperaba. No estaban en armonía con el misericordioso propósito de Dios hacia un mundo perdido, ni con la lección de abnegación que Jesús había venido a enseñar por medio de su propio ejemplo” (DTG 384).

“Los seguidores de Jesús están llamados a tener el mismo objetivo que él tiene, a tomar su cruz y seguirlo. La crucifixión era el método romano de ejecución más cruel, humillante e intimidatorio. Todos querían evitar la cruz. Por lo tanto, ¿cómo querría alguien adoptar la cruz como símbolo de su devoción a Jesús?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Antes de la crucifixión, el Salvador había predicho a sus discípulos que iba a ser muerto y que resucitaría del sepulcro, y hubo ángeles presentes para grabar esas palabras en las mentes y en los corazones. La muerte de Jesús destruyó sus esperanzas igual que si no se la hubiese predicho. Así también las profecías nos anuncian el porvenir con la misma claridad con que Cristo predijo su propia muerte a los discípulos. Satanás procura arrebatar toda impresión que podría llevar a los hombres por el camino de la salvación, y el tiempo de angustia no los encontrará listos (El conflicto de los siglos, p. 580).

La obra de Satanás era desanimar a Jesús mientras se esforzaba por salvar a la raza depravada, y las palabras de Pedro eran precisamente lo que Satanás deseaba oír. Se oponían al plan divino, y cualquier cosa que llevara ese sello distintivo era una ofensa para Dios. Satanás esperaba que esas palabras desanimaran y descorazonaran a Cristo, pero Cristo se dirigió al autor de ese pensamiento diciéndole: «¡Quítate de delante de mí, Satanás!» (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, pp. 1070, 1071).

Cristo dice: «El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará». Juan 12:25. Mediante esfuerzos fervientes y reflexivos para ayudar donde sea necesario, el verdadero cristiano muestra su amor a Dios y a sus prójimos. Quizá pierda su vida en el servicio. Pero cuando venga Cristo para reunir sus joyas, la encontrará otra vez (Mensajes selectos, t. 1, p. 100).

LA MONTAÑA Y LA MULTITUD

Lee Marcos 9:1 al 13. ¿Qué vieron Pedro, Santiago y Juan una noche con Jesús?

Elías y Moisés descienden entonces del ámbito celestial y conversan con Jesús. Lucas destaca que hablaban de la partida (griego exodos) de Jesús, que habría de ocurrir en Jerusalén (Luc. 9:30, 31). De esta manera, la escena de gloria está ligada a la muerte de Jesús en la cruz (ver Mar. 9:9) y sería una fuente de esperanza cuando los discípulos lo vieran crucificado.

Tras la noche de gloria, la escena al pie del monte era un triste caos (ver Mar. 9:14-29). Los nueve discípulos habían encontrado a un muchacho endemoniado al que no pudieron sanar.

Jesús capta inmediatamente la expresión de duda. La respuesta del Señor podría ser parafraseada de la siguiente manera: “¿Cómo que ‘si puedes’?” (Mar. 9:23). Súbitamente, como si fuera un relámpago, el padre percibe que no solo su hijo tiene un problema. Él mismo tiene un problema de incredulidad, y esta puede impedir que su hijo sea sanado. El desesperado padre se abandona a la misericordia de Jesús con la memorable frase: “Creo, ayuda mi incredulidad” (Mar. 9:24, RVR 1960). Y Jesús sana al muchacho.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

El semblante de Jesús mudóse allí de modo que brillaba como el sol. Sus vestiduras eran blancas y relucientes. Moisés representaba a los que resucitarán de entre los muertos al producirse el segundo advenimiento de Jesús. Y Elías, que fue trasladado sin conocer la muerte, representaba a los que, cuando vuelva Cristo, serán transformados en inmortales y trasladados al cielo sin ver la muerte. Los discípulos contemplaban con temeroso asombro la excelsa majestad de Jesús y la nube que los cobijaba, y oían la voz de Dios diciendo con terrible majestad: «Este es mi Hijo amado… a él oíd» (Primeros escritos, p. 164).

En Cristo, Dios ha provisto medios para subyugar todo rasgo pecaminoso y resistir toda tentación, por fuerte que sea. Pero muchos sienten que les falta la fe, y por lo tanto permanecen lejos de Cristo El que sanó al enfermo y echó a los demonios cuando estaba entre los hombres es hoy el mismo Redentor poderoso. La fe viene por la palabra de Dios. Entonces aceptemos la promesa: «Al que a mí viene, no le echo fuera». Juan 6:37. Arrojémonos a sus pies clamando: «Creo, ayuda mi incredulidad». Nunca pereceremos mientras hagamos esto, nunca (El Deseado de todas las gentes, p. 396).

Pero los que siguen a Cristo están siempre seguros bajo su protección. Ángeles de gran poder son enviados del cielo para ampararlos. El maligno no puede forzar la guardia con que Dios tiene rodeado a su pueblo (El conflicto de los siglos, pp. 506, 507).

¿QUIÉN ES EL MÁS GRANDE?

Lee Marcos 9:30 al 41. ¿Qué tiene de diferente esta segunda predicción de Jesús acerca de su muerte y su resurrección (compara con Mar. 8:31)? Por otra parte, ¿acerca de qué discuten los discípulos y qué instrucción les da Jesús?

En la primera predicción, Jesús se refiere a quienes lo rechazarán y matarán. En la segunda, dice que será traicionado. El traidor no es señalado en esta ocasión, pero el lector ya sabe quién es en virtud de la identificación de Judas (ver Mar. 3:19). El Señor menciona nuevamente que se le dará muerte y que resucitará tres días después.

En la casa les pregunta acerca de la discusión que tuvieron en el camino. Nadie se expresa, lo que es señal segura de que no se sienten cómodos con la pregunta, casi como niños sorprendidos mientras hacen algo que saben que está mal. Su conversación había sido acerca de quién de ellos era el más importante.

Jesús responde al problema en dos pasos. En primer lugar, afirma claramente que para ser el primero, el más importante, es necesario llegar a ser un servidor. Luego, ilustra el significado de lo que ha dicho mediante una acción. Evidentemente había un niño cerca escuchando. Jesús toma al niño y lo coloca en medio del grupo, algo sin duda intimidatorio para el pequeño. Pero entonces Jesús lo toma en sus brazos, descomprimiendo así la escena, y enseña que si reciben al niño, lo reciben a él. Y si lo reciben a él, reciben a su Padre. De esa manera, el niño más humilde queda vinculado con Dios mismo.

 

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Los que poseen el espíritu de Cristo no tendrán ambición de ocupar una posición por encima de sus hermanos. Aquellos que son pequeños a sus propios ojos son los que serán considerados grandes a la vista de Dios. «Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió». Marcos 9:36, 37.

Quien ceda al espíritu de exaltación propia se pone bajo el dominio del enemigo. Si los ministros del evangelio no pueden concordar con todas sus ideas y conceptos, se aparta de ellos y habla en contra de ellos, para derramar el sarcasmo y la amargura de su corazón sobre los ministros y el ministerio.

Jesús nos ha dado ejemplo mediante su vida de pureza y perfecta santidad. El ser más exaltado del cielo fue el más dispuesto a servir. El más honrado se humilló para servir a los que un momento antes habían estado discutiendo acerca de quién iba a ser el mayor en su reino (Cada día con Dios, p. 190).

LA PERSONA SANA EN EL INFIERNO

Lee Marcos 9:42 al 50. ¿Qué tienen en común las enseñanzas de Jesús de este texto?

El pasaje gira en torno a tres términos o expresiones principales que hacen avanzar la instrucción paso a paso: “ocasión de caer”, “fuego” y “sal”. La primera enseñanza es acerca de los “pequeños”, en referencia a los nuevos creyentes. En el Reino de Dios, se encomienda a los maestros y los líderes la responsabilidad de velar por estos nuevos conversos con especial cuidado.

La expresión clave “ocasión de caer” conduce hacia la enseñanza más prolongada dentro de este pasaje. Dos dilemas confrontan al lector. En primer lugar, ¿está Jesús realmente enseñando a la gente a amputarse un brazo, una pierna, o sacarse un ojo? Segundo, ¿está enseñando la existencia de un infierno eternamente ardiente? La respuesta al primer interrogante es no. Jesús no está hablando en favor de la mutilación, algo que el judaísmo rechazaba (ver Deut. 14:1; 1 Rey. 18:27, 28). El Señor está empleando una hipérbole, o exageración, para establecer su punto. La pérdida de una mano, un pie o un ojo es algo terrible. ¡Cuánto más desastroso debería ser para un cristiano el hecho de pecar!

En cuanto al infierno, lo eterno de él son sus consecuencias, no su fuego. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3: 16, énfasis añadido). Quienes se pierden no se queman para siempre; en su lugar, ellos mueren para siempre, ¡una gran diferencia!

ESPÍRITU DE PROFECÍA

«Dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el Autor y consumador de la fe, en Jesús». Hebreos 12:1, 2. La envidia, la malicia, los malos pensamientos, las malas palabras, la codicia: estos son pesos que el cristiano debe deponer para correr con éxito la carrera de la inmortalidad. Todo hábito o práctica que conduce al pecado o deshonra a Cristo, debe abandonarse, cualquiera que sea el sacrificio.

Los pecados que el hombre tiende a ver como pequeños pueden ser los mismos que Dios cuente como grandes delitos. Al borracho se le desprecia y se le dice que su pecado lo excluirá del cielo, mientras que el orgullo, el egoísmo y la avaricia no son reprochados. Pero estos pecados son especialmente ofensivos para Dios (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 316).

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