INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 2

 

INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 2

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Marcos 10; Génesis 1:27; 2:24; Gálatas 4:1, 2; Romanos 6:1-11; Isaías 11:1-16.

Este capítulo de Marcos contiene importantes enseñanzas acerca de lo que significa seguir a Jesús, particularmente en lo que se refiere a nuestra vida aquí y ahora: el matrimonio, los hijos, cómo relacionarnos con las riquezas, y el costo y la recompensa de seguirlo. El incidente más destacado de la sección es la curación de un segundo hombre ciego (Mar. 10:46-52, compara con Mar. 8:22-26), que cierra el paréntesis de la sección (Mar. 8:22-10:52) y es una hermosa ilustración tanto del costo de seguir a Jesús como de sus resultados.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

«Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados: y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave». Efesios 5:2. Esta es la altura del amor que se requiere que alcancemos. Y la textura de este amor no está manchada con el egoísmo (Nuestra elevada vocación, p. 178).

El que trate de servir a los demás mediante la abnegación y el sacrificio, recibirá los atributos de carácter que lo recomendarán ante mi Padre, y desarrollará sabiduría, verdadera paciencia, tolerancia, bondad y compasión. Esto le dará el primer lugar en el reino de Dios».

EL PLAN DE DIOS PARA EL MATRIMONIO

Lee Marcos 10:1 al 12; y Génesis 1:27 y 2:24. ¿Qué trampa yacía bajo la pregunta de los fariseos acerca del divorcio y qué lecciones enseñó Jesús en su respuesta?

En este pasaje, los fariseos le preguntan a Jesús si es lícito que un hombre se divorcie de su esposa. El divorcio era considerado lícito entre los fariseos. La pregunta fue por qué motivos. La escuela o facción farisaica de Shammai era presumiblemente más restrictiva, ya que solo permitía el divorcio por infecundidad, abandono afectivo o infidelidad. Por su parte, la escuela de Hillel era mucho más indulgente, ya que permitía el divorcio por casi cualquier razón, aunque su proceso para concederlo era mucho más complejo, con la idea de que ello ayudara a frenar las cosas.

Jesús elude la pregunta de ellos interrogándolos acerca de qué enseñó Moisés al respecto. El pasaje que los fariseos citan en respuesta es Deuteronomio 24:1 al 4, que describe un caso particular de segundas nupcias tras el divorcio.

En lugar de debatir la ley casuística de Deuteronomio 24, Jesús remite a sus interlocutores a Génesis 1 y 2, donde se encuentra el ideal original de Dios para el matrimonio. Él destaca el hecho de que, en el principio, Dios creó un hombre y una mujer (Gén. 1:27), dos individuos. Él combina entonces esta verdad con Génesis 2:24: el hombre deja a sus progenitores y se une a su esposa, y se convierten así ambos en una sola carne. Este concepto de unidad llega a ser la base de la afirmación del vínculo matrimonial por parte de Jesús. Las personas no deberían separar lo que Dios ha unido.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

«Por la dureza de vuestro corazón —dijo él— Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres: más al principio no fue así». Mateo 19:8. Se refirió a los días bienaventurados del Edén, cuando Dios declaró que todo «era bueno en gran manera». Génesis 1 :31. Entonces tuvieron su origen dos instituciones gemelas, para la gloria de Dios y en beneficio de la humanidad: el matrimonio y el sábado. Al unir Dios en matrimonio las manos de la santa pareja diciendo: «Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Génesis 2:24), dictó la ley del matrimonio para todos los hijos de Adán hasta el fin del tiempo. (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 56, 57).

Cristo vino para corregir estos males, y cumplió su primer milagro en ocasión de un casamiento. Anunció así al mundo que cuando el matrimonio se mantiene puro y sin contaminación es una institución sagrada (El hogar cristiano, p. 3 10).

Eva fue creada de una costilla tomada del costado de Adán; este hecho significa que ella no debía dominarle como cabeza, ni tampoco debía ser humillada y hollada bajo sus plantas como un ser inferior, sino que más bien debía estar a su lado como su igual, para ser amada y protegida por él. Siendo parte del hombre, hueso de sus huesos y carne de su carne, era ella su segundo yo; y quedaba en evidencia la unión íntima y afectuosa que debía existir en esta relación

JESÚS Y LOS NIÑOS

Lee Marcos 10:13 al 16. ¿Qué hizo Jesús por quienes traían sus hijos a él?

Aunque los niños eran deseados, tenían a la vez un estatus social bajo, ya que estaban sorprendentemente al nivel de los esclavos (Gál. 4:1, 2). En el mundo grecorromano, los niños deformes o no deseados eran abandonados o incluso arrojados a algún río. Los niños varones eran más valorados que las niñas, las que a veces eran abandonadas para que murieran a la intemperie. A veces estos niños eran “rescatados” solo para ser criados y luego vendidos como esclavos.

Él insiste firmemente en que los discípulos no deben interponerse en el camino de los niños. ¿Por qué? Porque el Reino de Dios pertenece a estos, y porque uno debe recibirlo con la actitud de un niño, probablemente en referencia a la confianza simple e implícita en Dios.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Mientras las madres recorrían el camino polvoriento y se acercaban al Salvador, él veía sus lágrimas y como sus labios temblorosos elevaban una oración silenciosa en favor de los niños. Oyó las palabras de reprensión que pronunciaban los discípulos y prestamente anuló la orden de ellos. Su gran corazón rebosante de amor estaba abierto para recibir a los Aliños. A uno tras otro tomó en sus brazos y los bendijo, mientras que un pequeñuelo, reclinado contra su pecho, dormía profundamente. Jesús dirigió a las madres palabras de aliento referentes a su obra y ¡cuánto alivió así sus ánimos! ¡Con cuánto gozo se espaciaban ellas en la bondad y misericordia de Jesús al recordar aquella memorable ocasión! Las misericordiosas palabras de él habían quitado la carga que las oprimía y les habían infundido nueva esperanza y valor. Se había desvanecido todo su cansancio (El hogar cristiano, pp. 248, 249).

Aun el lactante en los brazos de su madre, puede morar bajo la sombra del Todopoderoso por la fe de su madre que ora. Juan el Bautista estuvo lleno del Espíritu Santo desde su nacimiento. Si queremos vivir en comunión con Dios, nosotros también podemos esperar que el espíritu divino amoldará a nuestros pequeñuelos, aun desde los primeros momentos (El hogar cristiano, pp. 249, 250).

LA MEJOR INVERSIÓN

Lee Marcos 10:17 al 31. ¿Qué lecciones cruciales acerca de la fe y del costo del discipulado para cualquier persona, rica o pobre, se revelan aquí?

Marcos es el único de los cuatro evangelios que destaca el hecho de que Jesús amó al hombre. Hay algo interesante en el idealismo del hombre. Pero Jesús pone a prueba su sinceridad pidiéndole que venda todo lo que tiene y lo siga. El hombre se fue cabizbajo porque tenía muchas posesiones. No estaba, en verdad, guardando los Mandamientos. Quebrantó el primero al colocar algo por encima de Dios en su vida. Sus riquezas eran su ídolo.

Los discípulos están atónitos por las palabras de Jesús y se preguntan quién puede entonces ser salvo. Jesús da la estocada en Marcos 10:27: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios”.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Ahora bien, él no había guardado los mandamientos en absoluto. Debería haber aceptado a Jesucristo como su Salvador, y haberse asido de su justicia. Entonces, al poseer la justicia de Cristo, hubiera podido guardar la ley de Dios. El joven magistrado no podía hollar la ley. Debía respetarla; debía amarla. Entonces Cristo habría aportado el poder divino para combinarlo con los esfuerzos humanos (Faith and Works, pp. 70, 71).

Cuando este joven príncipe vino a Jesús, su sinceridad y fervor ganaron el corazón del Salvador. «Mirándole, amóle». En este joven vio él a uno que podría ser útil como predicador de justicia. Él quería recibir a este noble y talentoso joven tan prestamente como recibió a los pobres pescadores que lo siguieron (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 323, 324).

¿PUEDES BEBER MI COPA?

Lee Marcos 10:32 al 45. ¿Cómo revelan estos versículos la ignorancia persistente de los discípulos, no solo acerca de la misión de Jesús, sino también sobre lo que significa seguirlo?

Jesús procura ayudarlos a profundizar su comprensión de lo que implica lo que están solicitando. Les pregunta si pueden beber su copa o ser bautizados con su bautismo. Su copa será la del sufrimiento en Getsemaní y en la cruz (compara con Marcos 14:36), mientras que su bautismo será su muerte y sepultura (Mar. 15:33-47), eventos estos que están en paralelo con su bautismo en Marcos 1.

Pero Santiago y Juan no captan el sentido de las palabras de Jesús y responden, con superficialidad, que en efecto pueden. Jesús profetiza entonces que en verdad beberán su copa y serán bautizados con su bautismo. Santiago fue el primero de los apóstoles en morir como mártir (Hech. 12:2). Juan fue el más longevo de los apóstoles y fue enviado al exilio en la isla de Patmos (Apoc. 1:9). Pero Jesús indica que los lugares ocupados en ocasión de la glorificación son establecidos por Dios.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Vez tras vez, Jesús trató de establecer este principio entre sus discípulos. Cuando Santiago y Juan le pidieron la preeminencia, les dijo: «Mas entre vosotros no será así; sino el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor; y el que quisiere entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo: como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos». Mateo 20:26-28 (Los hechos de los apóstoles, p. 289).

Emplead cada facultad que os ha sido confiada como un sagrado tesoro, que ha de usarse para impartir a otros el conocimiento y la gracia recibidos. Así responderéis al propósito para el cual Dios os las ha dado. El Señor nos requiere que sumerjamos el yo en Jesucristo y que dejemos que toda la gloria sea para Dios (A fin de conocerle, p. 88).

“¿QUÉ QUIERES QUE TE HAGA?»

Lee Marcos 10:46 al 52. ¿Cómo reaccionó Bartimeo al saber que Jesús estaba pasando por donde él estaba?

Pero Bartimeo no se inmuta, y grita aún más fuerte, “Hijo de David! ¡Ten misericordia de mí” (Mar. 10:48). Sus palabras son a la vez una confesión de fe en Jesús como el Mesías y de confianza en que puede sanarlo. El título “Hijo de David” estaba conectado en los días de Jesús con dos conceptos: la restauración de un rey en el trono de Israel (compara con Isa. 11; Jer. 23:5, 6; 33:15; Eze. 34:23, 24; 37:24: Miq. 5:2-4; Zac. 3:8; 6:12), y que este personaje sería un sanador y exorcista.

Jesús se detiene y pide que llamen al hombre ciego. Significativamente, el hombre arroja su capa al acudir a Jesús. En esos días, las personas ciegas estaban en lo más bajo de la sociedad, junto con las viudas y los huérfanos. Eran individuos que estaban por debajo del nivel de subsistencia y en verdadero peligro. La capa constituía la seguridad de aquel hombre. Despojarse de ella significaba que tenía fe en que Jesús lo sanaría.

Jesús hace la misma pregunta que a Santiago y Juan en Marcos 10:36: “¿Qué quieres que te haga?” (Mar. 10:51). Sin la menor duda, el hombre ciego pide recibir la vista, la que es inmediatamente restaurada por Jesús. El exciego sigue entonces a Jesús en el camino.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

No ocurre lo mismo con el pobre ciego. Su única esperanza está en Jesús. Mientras aguarda y vela, escucha el ruido de muchos pasos, y pregunta ansiosamente: «¿Qué significa este ruido?» El viandante le contesta que es Jesús de Nazaret. Con la ansiedad del deseo intenso, exclama: «Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí». Tratan de hacerlo callar, pero clama con mayor vehemencia: «Hijo de David, ten misericordia de mí». Se escucha este llamamiento. Su fe perseverante recibe recompensa. (Hijos e hijas de Dios, p. 128).

Muchos necesitan el Espíritu de Cristo y su poder para iluminar su entendimiento, tanto como el ciego Bartimeo necesitaba su vista natural. «Como el pámpano no puede llevar fruto de por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros, si no permanecéis en mi» Juan 15:4. Todos los que están realmente en Cristo experimentarán el beneficio de esta unión. El Padre los acepta en el Amado y se transforman en el objeto de su solícito, tierno y amante cuidado. Esta relación con Cristo traerá la purificación del corazón, así como una vida circunspecta y un carácter sin tacha. El fruto que lleva el árbol cristiano es «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza». Gálatas 5:22, 23 (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 348, 349).

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